El general Valdés y los dados de la muerte


Simón Bolívar lo definió como un valiente soldado, pero perdido por el juego. Manuel Valdés (Trinidad, 1780-Ciudad Bolívar, 1845), fue un general patriota en la Guerra de Independencia que participó en la Invasión de Chacachacare (1813), la primera Batalla de Carabobo (1814) y la campaña de Guayana (1817), comandando el Ejército del Cauca entre 1820 y 1822.

Su fervor por los juegos de azar era tal que se ganó los regaños de Bolívar, registrados en el Diario de Bucaramanga, escrito por Luis Perú de Lacroix: "El juego aumenta las necesidades, corrompe al hombre de bien, es causa de muchos robos, de seducciones, de traiciones y de asesinatos (...) Vaya usted a hacer entender esto al General Valdés y a algunos otros de su especie. ¡Imposible! Cito al general de división Manuel Valdés porque lo pongo a la cabeza de los generales más desmoralizados, más escandalosos, más ignorantes y más cavilosos del ejército de Colombia. Urdaneta, Páez, Santander, Montilla y tantos otros son igualmente grandes jugadores, pero no se comprometen, no se prostituyen como Valdés".

El oficial inglés Richard Vawell relata en su libro, Campañas y Cruceros, cómo utilizaba los dados para decidir la vida o la muerte de algún prisionero, y cómo dos hermanos se salvaron por esto.

"Las deserciones se hicieron tan frecuentes en el ejército patriota, que se instituyó un Consejo de guerra con carácter permanente. El general Valdés, deseoso de que formase parte del tribunal un oficial extranjero, me nombró a mí como uno de los vocales, sin que hubiera ningún otro europeo. Las ejecuciones no tardaron en menudear, porque, según los reglamentos militares españoles, que regían en nuestros Consejos de guerra, la muerte era la pena capital de la deserción cuando se realizaba ésta en campaña, y especialmente frente al enemigo.

El único favor que Valdés concedía entonces a los prisioneros sentenciados era permitirles que jugasen la vida a los dados, y el que lograba el punto mayor era indultado. A veces, cuando estaba de buen humor, Valdés concedía a dos condenados el que se aprovechasen de esa probabilidad de salvación.

Una vez, dos hermanos gemelos de Neiva, llamados Flórez, que habían sido condenados a muerte por delito de deserción, habían de jugarse la vida a los dados sobre el parche de un tambor. La emoción les impedía jugar, pero sus padrinos, u oficiales que se encargaban de su defensa, lo hicieron por ellos, y se vio con sorpresa que dos veces seguidas hicieron tantos iguales. El tribunal, presidido por Mires, intervino entonces y obtuvo de Valdés, aunque con trabajo, el indulto de los dos culpables".

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