El ejército de Morillo contra el lancero solitario: Memorias de Rafael Urdaneta

Imagen tomada del blog http://generalenjefejoseantoniopaez.blogspot.com
Para 1820, el general realista Pablo Morillo disputaba el terreno al Libertador Simón Bolívar. Pero, herido tras una batalla, con la guerra en un laberinto y España víctima de una revolución liberal, llegó la orden de pedir un armisticio a los patriotas.

El 26 de noviembre de 1820 se firmó el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra entre España y Venezuela, con la finalidad de frenar los desmanes producidos por la Guerra a Muerte y conseguir tiempo, quizá para llevar el conflicto a un nuevo nivel.

Con la firma del pacto se reconocía a los venezolanos como miembros de una nación beligerante, en lugar de ser tratados –como hasta entonces- de insurgentes y bandidos.

El general marabino Rafael Urdaneta narra en sus Memorias un episodio previo, en el que Morillo salvó la vida a un lancero patriota luego de un combate.

Pablo Morillo


“No tardó Morillo en moverse sobre Carache con su ejército, compuesto de las divisiones La Torre y Tello, de infantería, y el regimiento de Húsares de Fernando VII, y aunque lo ocupó, como era natural, la retirada que hizo el Coronel Juan Gómez, le dio a conocer a Morillo con qué especie de gente tenía que combatir.

Juan Gómez, al ver bajar por la cuesta de Carache al ejército español, separó de su fuerza todos los hombres, que por enfermos, estropeados, o mal montados no convenían a su objeto, y los mandó retirarse seis leguas atrás al pueblo de Santa Ana, quedándose él con unos 30 hombres mandados por Mellao, con los cuales se adelantó a reconocer a Morillo, antes que llegase al pueblo.

Observado por Morillo, destacó sobre él una compañía de Húsares, la que no habiendo podido intimidarles, fue reforzada con otra. Empezó Gómez a replegar ordenadamente, y cuando los españoles le estrechaban volvía sobre ellos, los lanceaba, los hacía replegar y continuaba retirándose. Morillo tomó empeño en destruirlo y se puso en persona a la cabeza de todo el regimiento de Húsares; unas veces intentaba cortarle, lo que no consiguió, porque la vega del río Carache es angosta de un lado y otro; pero siempre repitió sus cargas, a las que Gómez correspondía haciendo frente, matando españoles y volviéndose a retirar.

Así lo hizo por espacio de tres leguas, hasta que llegado al pie de la cuesta que llaman del Higuerote, donde concluyen las vegas de Carache, cansados los españoles de perseguirle sin poderlo destruir y recibiendo ellos daños, le dejaron seguir.

Gómez tuvo poca pérdida, y la que tuvo sirvió para dar una alta idea del ejército, porque habiendo perdido uno de los dragones su caballo, muerto en una de las cargas y retirándose Gómez, quedó este hombre solo, y a pie y apoyándose sobre el cadáver de su caballo enristró su lanza e hizo frente a toda la caballería española y aún mató a dos; fue cercado y herido, teniendo ya rota el asta de la lanza y así se defendió. Hubiera muerto, si Morillo que lo observó no hubiera gritado que salvaran aquel valiente.

Fue conducido con varias heridas al hospital de Carache y cuando algunos días después se entablaron las negociaciones que produjeron el armisticio, habiendo ido con pliegos del Libertador a Morillo el edecán de aquel, O’Leary, Morillo le habló de aquel hombre con entusiasmo y se lo entregó para que lo condujese al Libertador, sin exigir canje y hasta le regaló dinero. El Libertador devolvió por él ocho hombres de Barbastro”.

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